Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de Cepal
En la senda de grandes luchadoras y heroínas como Bartolina Sisa, Dolores Cacuango, Gregoria Apaza, Anacaona, Guacolda, Micaela Bastidas, Tránsito Amaguaña, entre otras.
WAWAS, Perú, jul (IPS) - María Belén Sabio, una indígena awajún de 30 años, logró culminar sus estudios superiores de maestra con sus cinco hijos a cuestas. "La vida en el campo no es fácil, me ha costado avanzar", aseguró a IPS en el noreste de la Amazonia peruana.
No todas las mujeres nativas pueden seguir sus pasos, la mayoría se queda a medio camino y sólo llega hasta la primaria, coinciden estudios y expertos.
El tránsito de las mujeres indígenas por las escuelas es una historia incompleta. La oferta educativa ha crecido y las cifras oficiales muestran que la cobertura educativa en general supera el 90 por ciento, pero las niñas, adolescentes y jóvenes de las zonas rurales son el eslabón más débil de la cadena educativa.
"Mis hijos también estudian porque solo así podrán tener mayores oportunidades para ellos y la comunidad. Pero el gobierno no da facilidades para que la carga sea menos pesada para nosotros que vivimos lejos de las ciudades", insistió Sabio, quien vive en la comunidad de Wawas, en la provincia de Bagua, dentro de la región nororiental de Amazonas.
Las inusitadas protestas indígenas que en junio tuvieron como epicentro esta región, pusieron los focos en el escenario de exclusión en el que viven los pueblos indígenas y que desafía los esfuerzos colectivos por reducir inequidades y construir ciudadanía, advirtieron los expertos.
Los mayores problemas de escolaridad en las zonas rurales, donde viven mayoritariamente los pueblos originarios, se presentan en la etapa inicial entre los tres y cinco años y en los grados secundarios, entre los 12 y 17 años.
En la etapa inicial, 56,5 por ciento de las niñas del ámbito rural quedan fuera del sistema educativo frente a 58,1 por ciento de los niños, según la Encuesta Nacional de Hogares de 2002. Entre los 12 y 17 años, 25,6 por ciento de las adolescentes de zonas rurales abandona la escuela mientras que los desertores varones son 18,3 por ciento.
La inequidad se evidencia más al contrastar las cifras rurales y urbanas. Un 72 por ciento de los estudiantes urbanos concluyen sus estudios secundarios, mientras que sólo 36 por ciento de los rurales lo hacen, según las cifras más actualizadas del Ministerio de Educación.
En total, 426.000 niñas de zonas rurales engrosan el millón y medio de la población de entre tres y 17 años que, a nivel nacional, no está matriculada ni asiste a un centro o programa educativo, registra el estudio "Las desigualdades de género en la educación de zonas rurales", de la investigadora Carmen Montero.
MÚLTIPLES CAUSAS DE DESERCIÓN
"Las madres no mandan a sus niñas a la escuela cuando se vuelven más grandecitas, porque prefieren que les ayuden en el cuidado de los hermanitos o en los quehaceres de la casa", dijo a IPS el profesor Fidel Datsa, de una escuela en Wawas.
La responsable de educación de la no gubernamental y danesa Agencia de Cooperación IBIS, Elena Burga, explicó a IPS que existen razones geográficas, sociales, culturales y económicas relacionadas a la exclusión de las mujeres indígenas del sistema educativo.
La pobreza se concentra en las zonas rurales, en la Amazonia y Los Andes, donde precisamente viven las poblaciones indígenas que en muchos casos deben priorizar actividades de supervivencia sobre el envío de los hijos a la escuela.
En la mayoría de comunidades existen escuelas primarias, pero para cursar estudios secundarios las niñas usualmente deben irse a zonas alejadas, lo que atemoriza a los padres.
"Muchos piensan que si envían a sus hijas lejos de sus pueblos, ellas se pueden perder o enfrentarse al ataque de otras personas y ponerlas en peligro", señaló Burga.
Para el profesor Datsa "las mujeres tienen poco interés en el estudio" porque suelen casarse a temprana edad y terminan dedicándose al cuidado del esposo y los hijos.
En la provincia de Bagua, 17,4 por ciento de las mujeres no saben leer ni escribir, una cifra que se eleva a 18,9 por ciento al contabilizar a las que tienen entre 25 y 29 años en todas las zonas rurales peruanas. Su analfabetismo impide que puedan apoyar a sus hijos en el aprendizaje de la lecto-escritura, dijo Montero en su estudio sobre género y educación.
MADRES LUCHAN POR INCLUSIÓN
La temprana iniciación sexual de las indígenas influye en su deserción escolar, pero las propias mujeres señalan que esta situación está cambiando, principalmente en las comunidades menos remotas.
"Queremos que nuestras niñas estudien, como madres hacemos todo el esfuerzo para que ellas sean mejores que nosotras. Pero eso no sucede siempre con las mujeres que viven en las comunidades que están más adentro, ellas están más dominadas por los hombres", señaló IPS Julia Esamat, de 53 años y de la comunidad de Nazareth, a tres horas por carretera desde la ciudad de Bagua.
Esamat cosecha en su terreno plátano y yuca y con la venta de sus productos logró educar a sus hijos, que ahora estudian en la ciudad de Chiclayo, en la vecina provincia de Lambayeque.
"Aquí todas las mujeres trabajamos y aprendimos a ganarnos un sitio poco a poco. Las cosas van cambiando aunque todavía hay que vencer al machismo", aseguró.
La investigadora del Instituto de Estudios Peruanos, Patricia Ames, explicó a IPS que las mujeres en las comunidades indígenas cumplen el rol fundamental de transmitir prácticas culturales como la cerámica o la cocina. "Asistir a la escuela puede representar para ellas dejar espacios de aprendizaje en sus pueblos", dijo.
"Hay un conflicto legítimo en las mujeres indígenas que debe ser considerado por el sistema educativo porque para ellas esas actividades tradicionales forman parte del proceso de convertirse en adultos desde la mirada de su comunidad", agregó Ames.
La poca calidad de la educación brindada se suma a la dificultad en su acceso. En las zonas rurales, ocho por ciento de los estudiantes repiten en la enseñanza primaria y en los espacios urbanos lo hacen 4,6 por ciento, según las cifras oficiales más recientes, de 2007.
Perú cuenta con una ley de promoción de la educación de las niñas y adolescentes rurales, con énfasis en la dimensión de género y un Plan Nacional de Educación para Todos, que forman parte de compromisos internacionales.
Pero persisten problemas a la hora de ejecutar estas directivas.
No hay una atención eficaz a la educación intercultural bilingüe ni profesores con la suficiente formación para enfrentar el reto de educar en estas zonas vulnerables. Las escuelas bilingües representan poco más de 10 por ciento de las escuelas en Perú.
Este país cuenta con 28,7 millones de habitantes, de los que un tercio son indígenas, y de ellos 48 por ciento mujeres. Los pueblos indígenas amazónicos son 56 y suma en torno a 10 por ciento de la población asentada en esa región, que a su vez representa 13,4 por ciento del total nacional.
En las escuelas bilingües, apenas 10 por ciento tiene un docente por grado, mientras que en 57 por ciento sólo cuentan con uno por cada dos o más grados y en 39 por ciento un único maestro o maestra debe impartir todos los cursos.
Para la especialista en pueblos originarios Karem Escudero, el acceso a la educación y la calidad de enseñanza en las zonas rurales repercutirá de manera directa en los liderazgos que puedan asumir las mujeres dentro del movimiento indígena.
"Aquellas que saben leer, escribir y expresarse bien son vistas como posibles cuadros dirigentes. Ser líder implica tener ciertas competencias y habilidades sociales que la educación formal y no formal desarrollan", advirtió a IPS.
Por ello, el ejercicio de un derecho fundamental como la educación permitirá a las indígenas contar con una ciudadanía activa y defender otros derechos de manera organizada para el bien de su familia y su comunidad, resumió la experta. (FIN/2009)
Las poetisas indígenas Graciela Huinao, de Chile, y Rosa Chávez, de Guatemala, reivindicaron hoy el uso de las "armas de la literatura" para acabar con el racismo y la discriminación que sufren sus pueblos.
Ambas participan en la XIX edición del Festival Internacional de Poesía que se celebra en la ciudad colombiana de Medellín, que en esta edición acoge a más de 60 autores de 43 países.
"Soy mapuche, mujer, pobre y poeta. Tomé las armas de la literatura para defenderme del racismo y el clasismo inserto en la sociedad chilena y en toda Latinoamericana", contó a Efe Huinao.
En América "somos mestizos todos", pero muchos "no quieren serlo" y se empeñan en "negar sus raíces", subrayó la poetisa chilena.
A su juicio, en los últimos años se ha producido un "avance disfrazado" en la lucha contra el racismo, ya que lo que sucede es que "se ayuda a los indios porque está de moda", con medidas "paternalistas" y no con herramientas necesarias como "educación y viviendas dignas".
"Para los pueblos indígenas la democracia aún no ha llegado. Seguimos en una dictadura", se lamentó Huinao.
A diferencia de Huinao, que desde niña se supo mapuche, Rosa Chávez explicó a Efe que comenzó a "reconstruir" su identidad maya en la adolescencia, ya que su familia no le quiso enseñar el idioma para "protegerla", como a otros muchos, de la discriminación y el racismo.
"El racismo es estructural en Guatemala, es parte del sistema de poder. Debemos entender que somos una nación pluricultural y coexistir en complementariedad", anotó la autora.
Al igual que su colega chilena, Chávez usa sus versos para luchar contra la "explotación de tierras, la migración, el racismo" y otros problemas que sufre Guatemala.
La poesía, "si se hace desde la honestidad, tiene poder, llega a la conciencia y mueve fibras que no se mueven con otros discursos", afirma.
Según Chávez, "en estos tiempos de dolor y violencia", en los que la tierra "se está regenerando porque no aguanta más", son fundamentales festivales como el de Medellín, puesto que propician "alianzas" entre personas y entre culturas.
Los seres humanos estamos "ávidos de encontrar algo más", una "espiritualidad" que puede estar en la poesía, concluyó la escritora guatemalteca.
MÉXICO, abr (IPS) - Las mujeres indígenas nunca ocuparon un escaño en el Congreso nacional de México. Dos de ellas, una por el oficialismo y otra por la oposición de izquierda, pretenden cambiar esa historia en las elecciones legislativas de julio.
Pero sus posibilidades son proporcionales a los nulos o mínimos apoyos que reciben de sus partidos, así como a la pobreza y discriminación de la gran mayoría de los seis millones de mujeres indígenas mexicanas.
Que este grupo social no haya accedido a un curul legislativo nacional es un hecho vinculado a su condición de marginalidad. Cifras oficiales indican que 34,5 por ciento de las indígenas son analfabetas frente a 19,6 por ciento de los hombres.
Además, de cada 10 personas que sólo hablan una lengua vernácula y no la oficial española, seis son mujeres en este país que tiene unos 104 millones de habitantes, más de 51 por ciento mujeres, y donde subsisten 62 pueblos originarios con sus respectivos idiomas.
En algunas zonas rurales remotas, sobre todo de los sureños estados de Oaxaca y Chiapas, persisten tradiciones como vender en matrimonio a jóvenes indígenas o relegarlas en una cárcel comunitaria tan sólo por pretender asistir a una asamblea regida por los llamados usos y costumbres.
"Nuestro paso es de sufrimiento y obstáculos, hay comunidades donde aún creen que si una mujer se mete en política habrá un terremoto y algunas familias consideran que no debemos estudiar, que eso es de hombres", dijo a IPS la zapoteca Rogelia González.
González va a competir por un escaño legislativo por Oaxaca, un estado donde 47,9 por ciento de la población pertenece a alguna etnia.
"En varias comunidades indígenas nos somete el machismo, que es ancestral y hay que denunciarlo sin miedo", señaló González, quien se describe como "muy afortunada por ser candidata, aunque tenga poca oportunidad de ganar".
Un estudio del gubernamental Instituto Nacional de las Mujeres, realizado con base en una encuesta de hogares en 2003, indica que 75 por ciento de las mujeres indígenas piensan que una buena esposa debe obedecer a su pareja y 84 por ciento creen que el hombre es responsable de los gastos familiares.
Un tercio de las indígenas consultadas opinaron que el marido tiene derecho a golpearlas si no cumplen con sus obligaciones, 42,6 por ciento recordaron que le pegaban cuando eran niñas y 46,6 consideraron que si los hijos se portan mal, sus padres tienen todo el derecho de golpearlos.
ABREN RENDIJAS Y DESPUÉS LAS CIERRAN
Las cúpulas del gobernante Partido Acción Nacional (PAN) y del opositor Partido de la Revolución Democrática (PRD), al que pertenece González, dieron en febrero la impresión de alentar cambios en la tradicional marginación de las indígenas al inscribir a dos precandidatas a diputaciones nacionales. Pero en este mes de abril, la situación dio un vuelco.
México elegirá el 5 de julio a 500 diputados federales, seis gobernadores estaduales, 565 presidentes municipales (alcaldes) y 434 legisladores estaduales.
"Me borraron de la lista de candidatos, pero sé que aún tengo oportunidad, así que espero que el PAN reflexione, si no tomaré medidas que no quiero adelantar", declaró a IPS Cecilia López, tzeltal de Chiapas, estado donde 28,5 por ciento de la población es aborigen.
Esta mujer de 34 años transitó a pulso de la pobreza extrema a obtener un título universitario de psicóloga y ahora es coordinadora de proyectos sociales del gobierno en zonas rurales de Chiapas. Se inscribió como precandidata a diputada nacional por el PAN, luego de que la gente reunida en asambleas comunitarias de la región resolvió que ella debía representarla.
"La misma esposa del presidente (Margarita Zavala) dijo que me apoyaba, decía que era mi comadre, además mis hermanos de los Altos de Chiapas (zona de alta presencia indígena) decidieron que participe", apuntó.
A mediados de este mes, la dirigencia del PAN eliminó a López de la lista de candidatos y la sustituyó por un empresario que no es indígena ni ha trabajado en la zona que dice representar.
López busca que el PAN revierta esa decisión y la postule, pero tiene que ser antes del 2 de mayo, cuando vence el plazo para inscribir las listas de candidatos. "Todavía tengo oportunidad", expresó.
Para González la situación fue otra, pero con resultados muy similares.
Esta indígena de 48 años, maestra bilingüe y militante del izquierdista PRD, pretende un escaño por su natal Oaxaca, estado de 570 municipios, 418 de los cuales se rigen por usos y costumbres. Tras animarla a competir, la dirigencia del partido ubicó a González en el puesto 11 entre 15 candidatos a una lista plurinominal. En esta modalidad, la proporción de votos totales otorga bancas adicionales que salen de las candidaturas nominales.
Ubicar un candidato o candidata en el puesto 11 de una lista plurinominal es casi como dejarlo fuera de competencia. "Yo lo reconozco, nunca son electos más de cinco de la lista, y en casos extremos hasta siete y eso cuando el partido arrasa", señaló González a IPS.
"Las mujeres indígenas no hemos llegado al parlamento y en julio parece que no será la excepción. Yo creo que esto es porque las decisiones de las candidaturas siempre las toman los hombres, porque pesa más la opinión de un gobernador, y porque somos indígenas y nos discriminan", expresó González, quien milita en la izquierda desde los años 80.
VIVIR CON DOBLE DISCRIMINACIÓN
González y López describieron a su niñez y juventud como muy difíciles, pues en sus comunidades persistía la tradición de que las mujeres no requieren estudiar y deben casarse muy jóvenes.
Ambas coincidieron en que tales creencias han ido cediendo en algunas zonas gracias al trabajo de entidades del gobierno y la sociedad civil así como al liderazgo de mujeres y hombres indígenas.
López es originaria de Oxchuc, un municipio de unos 40.000 habitantes que viven dispersos en 10 pequeños pueblos. La gran mayoría son familias tzeltales dedicadas a la agricultura. Según los censos, unas 285.000 personas pertenecen a esa etnia, de una población indígena total de unos 12 millones.
Oxchuc es vecino de las zonas de influencia del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), guerrilla indigenista que se levantó en armas en enero de 1994.
Tras enfrentarse con militares por dos semanas, el EZLN aceptó entablar diálogos de paz con el gobierno, adquirió un corte pacifista y hoy es un actor marginal en la política mexicana.
En el caso de González, su lugar de origen es Juchitán de Zaragoza, una de las ciudades más pobladas de Oaxaca, con unos 90.000 habitantes y ubicada a pocos kilómetros de las costas del Pacífico. Allí, el comercio es una de las actividades económicas principales.
González, que reparte su tiempo entre el activismo político, la subdirección de un centro preescolar bilingüe y el comando de una red de centros de atención a mujeres víctimas de violencia, es de la etnia zapoteca, a la que pertenecen unas 452.000 personas.
"Los hombres por machismo no hemos respetado nada a las mujeres, pero hay cambios, se están dando, como las candidaturas a diputadas, y eso es bueno", declaró a IPS el tzeltal Valdemar Morales, ingeniero civil que apoya la candidatura de López por el PAN.
En marzo, la zapoteca Eufrosina Cruz presentó en la capital mexicana una asociación civil para combatir la persistencia de lo que llama "abusos y costumbres" indígenas en muchas comunidades, sobre todo en Oaxaca.
Las leyes que amparan las normativas consuetudinarias advierten que no pueden vulnerar derechos constitucionales, lo que no siempre se cumple.
Dos años atrás, Cruz de 29 años no pudo postularse para alcaldesa en atención a los usos y costumbres de su comunidad, que cierra esa posibilidad a las mujeres. Ella lo denunció y puso el tema en debate, lo que llevó a legisladores de ese estado a dictar normativas más precisas contra la discriminación de la población femenina.
En el actual debate para los comicios de julio, prácticamente nadie se refiere al hecho que las mujeres indígenas mantengan escasas oportunidades de llegar a ser diputadas nacionales. Además, no parece sorprender que jamás hayan accedido al parlamento.
"Gradualmente, tanto la legislación como la sociedad en general, han ido dando cabida a los derechos de la mujer y procurando su inserción en la vida nacional", declaró a IPS Martha Díaz, secretaria de la Comisión de Asuntos Indígenas del Cámara de Diputados.
"Es un proceso necesariamente inacabado y en algunos casos, como el de las mujeres indígenas, muy lento y poco perceptible", admitió.
Díaz, del gobernante PAN, hizo votos para que pronto mujeres indígenas tengan un espacio en el Poder Legislativo. Desde su punto de vista se requieren políticas que les den oportunidades de educación, y mayor trabajo del Estado en las comunidades.
LAS INDÍGENAS NECESITAN SU PROPIA CUOTA
Para promover la equidad de género, la normativa electoral vigente obliga a los partidos políticos a que en sus listas para cargos elegibles al menos 40 por ciento sean mujeres. Pero no obliga a nada en cuanto a mujeres indígenas o negras y tampoco menciona a las minorías sexuales.
La ley no ha sido muy efectiva porque en ocasiones los partidos hacen trampas, como colocar a mujeres como suplentes de los candidatos titulares, señaló a IPS Emilienne De León, directora de la organización no gubernamental Semillas, que entre sus actividades a favor de la mujer impulsa el liderazgo indígena.
De León cree que es necesario que se dicten leyes que obliguen a los partidos políticos a postular a todo tipo de cargos a un porcentaje de mujeres indígenas, negras o de minorías sexuales. "Ese tipo de normas son necesarias para alentar la equidad y representatividad", opinó.
En la Cámara de Diputados, donde los escaños se renuevan cada tres años, la representación femenina fue de 24 por ciento en promedio en los últimos seis años. En el Senado, elegido cada seis años, es de 21 por ciento. En ninguna de las dos ramas legislativas hubo mujeres indígenas.
En cuanto a presidencias municipales (alcaldías) y diputaciones estaduales (parlamentos regionales), sí hay algunos casos muy aislados de mujeres indígenas que ocuparon esas posiciones.
Los hombres aborígenes tampoco tienen fácil el acceder a cargos elegibles, y el número de los que han logrado llegar al parlamento bicameral es escaso. Pero las indígenas soportan barreras dentro y fuera de su comunidad que les cierran la participación política. (FIN/2009)
Equidad de género es asignatura pendiente en organizaciones indígenas. |
"La Madre Tierra nos da la vida y también las mujeres damos la vida, por eso defender la vida es defender la Tierra", dijo Leonilda Zurita, líder de la Federación de Mujeres Campesinas e Indígenas de Bolivia Bartolina Sisa, durante la I Cumbre Continental de Mujeres Indígenas Abya Yala ("tierra viva" en idioma kuna de Panamá) realizada en la ciudad peruana de Puno, a orillas del lago Titicaca.
Dicha reunión formaba parte de la IV Cumbre Continental de Pueblos Indígenas, que se llevó a cabo del 27 al 31 de mayo en la citada ciudad. Y en este, como en otros eventos, la palabra y la presencia de la mujer indígena ya mostraban su notable relevancia, desde otra mirada, con aportes propios, con propuestas que nacen de la condición femenina, tan vinculada a la Tierra, al territorio, a la igualdad.
Para Blanca Chancoso, indígena kichwa y dirigente de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE), de lo que se trata es de hacer llegar "desde las mujeres, nuestra voz a diferentes instancias que son responsables de lo que ocurre en nuestros países". Esa voz emerge de manera pausada pero segura, y lo hace, como apunta Zurita, "porque sin las mujeres no hay cambio, no hay democracia, ya que es con la participación de ellas que va a haber lo que necesitan los pueblos".
Con relación a los aportes que pueden ofrecer las mujeres a los movimientos indígenas, Ivonne Yáñez, de Acción Ecológica de Ecuador, lanza una idea que, luego, sería compartida por otras mujeres presentes en esta Cumbre y en las reuniones previas al evento.
"Creo que el aporte de la mujer tiene que ver mucho con la herencia, con la identidad, con la transmisión de las tradiciones. Como están más con los niños parecen cumplir esa función a cabalidad", dice.
Las mujeres, coinciden varias líderes indígenas, están en una posición privilegiada para hacer que las costumbres, la cosmovisión, prevalezcan en el tiempo y sean absorbidas por las nuevas generaciones.
"Esa parece ser parte de nuestra tarea", sostiene Feliciana Amado, campesina de la céntrica región peruana de Ancash y dirigente nacional de la Confederación Nacional de Comunidades Afectadas por la Minería (CONACAMI).
Territorio e identidad
Precisamente por ese vínculo con la continuidad, el territorio viene a ser otro asunto esencialmente importante desde el punto de vista de las mujeres, ya sean andinas o amazónicas. El acto de la transmisión de la herencia ocurre en un territorio, que significa identidad, persistencia, presencia. Y el mismo vínculo con la tierra, del que habla Zurita, resulta central, para que la dinámica de la preservación de la identidad sea posible.
De la observación de estas peculiaridades surge la pregunta: ¿Significan esas miradas femeninas una mayor influencia en el movimiento indígena continental?
Millaray Painemal, dirigente indígena mapuche de la Asociación Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas de Chile (ANAMURI), afirmaba que no es suficiente el reconocimiento y que "las mujeres aún seguimos siendo invisibilizadas", sobre todo en lo que respecta a presencia femenina en las dirigencias continentales.
En la Coordinadora Andina de Organizaciones Indígenas (CAOI), por ejemplo, la mayor parte de la dirigencia es masculina. No parece casual y, como decía Painemal, "no se ha avanzado de manera notable en tener más dirigentes mujeres en las organizaciones". Como que la equidad de género es una asignatura aún pendiente en los movimientos.
"Esperamos que los compañeros indígenas campesinos de la Cumbre Continental recojan las propuestas de las mujeres", afirmaba Lourdes Huanca, de la Federación Nacional de Mujeres Campesinas, Artesanas, Indígenas, Nativas y Asalariadas del Perú. Esta demanda era persistente, por donde se consultara en la cumbre de Puno, y estaba basada en la conciencia de que, más allá de los discursos, la "invisibilidad" femenina persiste.
Tras los sangrientos sucesos ocurridos en Bagua (nor-oriente peruano) el pasado 5 de junio, sin embargo, ocurrió un giro algo inesperado en la dirigencia indígena amazónica de este país. Alberto Pizango, el máximo dirigente de la Asociación Interétnica para el Desarrollo de la Amazonía Peruana (AIDESEP) se asiló en la embajada de Nicaragua y la conducción pasó a Dasyi Zapata, de la etnia yine, que es vicepresidenta del organismo.
Una turbulencia de tan grave naturaleza provocó esta suerte de, digamos, adelanto en el tiempo de lo que sería la plena y normal equidad de género.
Machismo y violencia familiar
Persisten, además, problemas clásicos de la condición de género, no ausentes en el mundo indígena, tales como la violencia familiar o doméstica. Más de una dirigente presente en la cumbre declaró, sin mencionar su nombre, que dicho problema, así como el machismo, también rondaba las organizaciones de los pueblos originarios.
"Algunos 'hermanos' —decía sigilosamente una de ellas— incurren en esos errores, pero las cosas están ya cambiando".
En general, además, la discriminación sigue minando las posibilidades de equidad. En Ecuador, por citar un caso, el 36% de las madres indígenas no tienen chequeo prenatal frente a 12% de las no indígenas, según datos del Banco Mundial. La ecuación indígena-pobre-mujer parece mantener una lamentable vigencia.
Ante ello, se vigoriza la organización femenina indígena, se presentan propuestas, se lucha por mayor espacio e influencia en los movimientos. Chancoso insiste en que "el poder es de todos" y que la afirmación de la presencia de las mujeres entre los pueblos originarios implica un reparto equitativo del poder entre los dos géneros.
En el horizonte del movimiento indígena parece atisbarse eso. El surgimiento de la autonomía de las mujeres en el movimiento indígena —en Puno se formó la Coordinadora Continental de Mujeres Indígenas— camina en la dirección de hacer nuevos aportes, desde nuevas miradas. Temas como la soberanía alimentaria, dentro del marco del "buen vivir" —de convivencia armónica con la naturaleza y ejercicio de derechos con respeto a la diversidad cultural—, o la biodiversidad, también parecen tener un vínculo con la especial condición femenina.
Porque si, de acuerdo con Zurita, la mujer como la tierra dan la vida, entonces la tarea por delante es esencial. Tal vez, no sólo en la región andina, el aporte femenino a la dinámica de los movimientos indígenas es una mezcla de espiritualidad y concreción, de ternura y andadura, de protesta y propuesta.
"Las mujeres vamos a estar en todos los ejes que se van a trabajar", dice Huanca. —Noticias Aliadas.