lunes, 5 de enero de 2009

Las mujeres zapatistas, una historia extraordinaria

-- Quince años de lucha en pos del respeto

Por Eugenia Gutiérrez González*

México DF, 2 enero 09 (CIMAC).- Respeto. Eso han
conseguido. Son las mujeres zapatistas, las
indígenas rebeldes que hace quince años, junto
con sus compañeros, se alzaron contra una
violencia milenaria que las había enterrado y le gritaron al mundo
"¡vivimos!".

En aquellos primeros días de la revuelta en
Chiapas, en enero de 1994, cuando el impacto de
la irrupción armada nos hizo mirar y escuchar a
varios grupos indígenas que anunciaban el inicio
de una rebelión organizada bajo las siglas del
EZLN, pocos sabían de la lucha de esas mujeres.
Con el paso del tiempo entendimos que miles de
ellas participaban en ese movimiento que
enarbolaba once demandas básicas: trabajo,
tierra, techo, alimentación, salud, educación,
independencia, libertad, democracia, justicia y
paz. Supimos, entonces, que su movimiento marcaría el cambio de siglo.

En Chiapas estaba ocurriendo algo que alteraría
el contenido de los libros de historia de México.
Las jóvenes valientes no seguían a la tropa sino
que le daban sentido y sustento. De la adelita
idolatrada por el sargento se daba un salto
abismal a la ocupación de cargos en la milicia:
mujeres tzeltales, tzotziles, mames, zoques y
tojolabales eran capitanas, mayoras, comandantas.

Las zapatistas, además, llevaban años luchando
por el reconocimiento de sus derechos al interior
de sus comunidades, y aunque el mundo ignoraba su
existencia, la Ley Revolucionaria de Mujeres
tenía meses de haber entrado en vigor.

Con sus diez apartados, esa ley reivindicaba para
las mujeres indígenas el derecho a participar en
su organización de manera voluntaria y decidida,
a ser elegidas para tener cargos comunitarios, a
trabajar y recibir un salario justo, a decidir el
número de hijas e hijos que pudieran cuidar, a
ejercer la libertad en el amor y en la vida
sexual, a recibir, junto con sus hijas e hijos,
atención primaria en salud y educación, a no ser maltratadas nunca.


OBLIGATORIAMENTE, NUESTRO RESPETO

Transcurrieron los años y nacieron las Juntas de
Buen Gobierno y los Caracoles. Así, en agosto de
2003, las comunidades indígenas en resistencia
arrancaban lo que hoy es un sistema autogestivo e
innovador, y donde el zapatismo armado se va
consolidando como vigilante respetuoso de la vida
de las comunidades autónomas que rigen su propio destino civil y
pacífico.

En el marco del nacimiento de las Juntas de Buen
Gobierno y de los Caracoles hablaron, como
siempre lo hacen, las mujeres en lucha por sus
derechos. Con la transparente contundencia que
caracteriza el discurso zapatista, la comandanta
Fidelia lanzó entonces una advertencia que, al
paso de los años, han ido cumpliendo miles de
indígenas rebeldes. Aquel 9 de agosto de 2003, Fidelia nos lo advirtió:

"Nosotras vamos a obligar obligatoriamente
nuestro respeto como mujeres que somos, aun
pongan su carita triste. Porque todavía hay
muchas partes de México que nosotras las mujeres
somos maltratadas, despreciadas, explotadas y
dicen que no servimos, que no valemos, que no
tenemos ningún derecho. Pero hoy este momento se
ha cumplido, que lo vamos a hacer: que por obligación nos tienen que
respetar."

Al insistir en el respeto a las mujeres como un
deber, Fidelia, que hablaba por muchas, desafiaba
por completo las leyes de la mecánica patriarcal,
ésas que mueven motores y estructuras no sólo en
México -paraíso de feminicidas y pederastas- sino
en países donde el desprecio a la mitad de sus
habitantes es obligatorio, por decreto, tanto en
las leyes humanas como en los preceptos divinos.

Una vez más, las mujeres zapatistas cuestionaban
de raíz los violentos dogmas de la misoginia
tradicional para ofrecer una oportunidad a amigos
y a enemigos: vivir con ética y con justicia, en
equilibrio, sin abusar nunca de la fuerza. "No
los estoy regañando, escúchenlo bien, que se
llama obligación nuestro respeto como mujer que somos," concluía
Fidelia.

En ese nuevo contexto de vida comunitaria
autogobernada, las mujeres zapatistas han
trabajado tiempo completo en el buen gobierno
para ganarse el respeto que merecen. Al paso de
los años hemos visto a esas mujeres abrirse
camino en medio de una presión constante por
parte de grupos militares, policíacos y
paramilitares que han cercado sus comunidades día y noche.

Dueñas de una voz propia, nos han hablado de cómo
cumplen con sus responsabilidades, ya sea en su
casa, en el Comité Clandestino Revolucionario
Indígena, en el trabajo de bases de apoyo o en
sus relaciones intracomunitarias.

Las hemos conocido por sus discursos o por sus
participaciones en eventos nacionales e
internacionales. Pero, sobre todo, las hemos
conocido por sus logros. A diferencia del 1 de
enero de 1994, cuando eran invisibles y no tenían
nada, hoy existen para el resto del mundo y
tienen trabajo, tierra, techo, alimentación,
salud, educación, independencia, libertad,
democracia, justicia y un poco de paz.

SALUD PARA NOSOTRAS

En una entrevista realizada este año por un
colectivo de mujeres urbanas en el Caracol de La
Garrucha, donde ya está funcionando la nueva
Clínica Comandanta Ramona, las promotoras de
salud sexual y reproductiva explicaron con una
sencillez muy compleja los objetivos generales de
este proyecto que han echado a andar: "La salud
es colectiva. Sólo si todas y todos tenemos la
buena salud, puede exigir una verdadera salud para el pueblo."

Hablantes nativas de tzeltal, jóvenes y ancianas
promotoras de salud respondieron en español la
pregunta de cómo se tomó esta decisión tan importante:

"Se ha nombrado las compañeras promotoras y
parteras de salud sexual y reproductiva. Plantea
un compromiso. Para empezar es llevar una
atención principalmente a las mujeres, que el
compromiso es el trabajo con las mujeres y
también con los hombres y por supuesto con los
niños y niñas. Pero lo más importante es con las mujeres".

"En el transcurso de estos años, desde que
empezamos con el trabajo de salud sexual y
reproductiva, fuimos adaptando, creando una forma
distinta que nos ayudó a ir incorporando
diferentes cosas y con diferentes partes
centrales como son la capacitación médica,
género, capacitaciones para capacitadora, servicios y la cosmovisión
indígena."

La incansable lucha por la vida que han dado
estas mujeres va rindiendo frutos. Y el hecho de
que ocurra precisamente en México, uno de los
países más violentos del mundo para mujeres,
niños y jóvenes, no hace sino brindar esperanza y
ejemplo a los otros feminismos, a los que se cada
día se viven fueran de esas comunidades.

No tienen mesas sobrecargadas de alimentos ni
parecen estarlas buscando. Comen lo suficiente.
Falta mucho para que tengan acceso a la
tecnología avanzada o a las vías de comunicación.
Pero sus hijas e hijos ya no se mueren de
diarrea, ya no padecen hambre. Han construido sus
propias escuelas para formarse ellas y formar a
los que siguen. Nada de lo que tienen les ha sido
regalado. Todo lo consiguieron por sí mismas, con
sus compañeros, en comunidad y en lucha. Para
ellas, las celebraciones de Año Nuevo son y serán
un acto en memoria de quienes murieron peleando en enero de 1994.

QUINCE AÑOS Y NUEVO CAPÍTULO DE RESISTENCIA

Quince años después de haberse atrevido a
desafiar toda clase de opresiones, las mujeres
zapatistas han visto cumplida una demanda que
debiera enarbolar y alcanzar todo ser humano, ésa
que aparentemente no figuraba entre las once
demandas originales pero que, en realidad, las articulaba todas:
respeto.

Al obtenerlo a partir de su firmeza, seguridad y
confianza, mujeres como Ramona, Susana, Miriam,
Hortensia, Florencia, Everilda, Elena, niña
Lupita o niña Toñita han escrito las primeras
páginas de una historia que no podrá ser
eliminada ya de los anaqueles de la resistencia.
En estos días, con su participación en el
Festival Internacional de la Digna Rabia en
Chiapas, estarán redactando otro capítulo.

Nuestro planeta arranca un año más de vida
envuelto en profundas tribulaciones. El Medio
Oriente se ve sacudido de nuevo por el rencor y
la ambición de poder. En todos los países y en
todos los continentes, la comida, el vestido, los
medios de transporte y el acceso a la salud, la
educación o la cultura siguen siendo privilegios
que se compran. Todo indica que el único
pronóstico confiable para el 2009 es una profunda crisis económica
mundial.

Pero la lucha de las mujeres zapatistas nos
recuerda que es posible convivir de otra manera
porque, como ellas lo han demostrado, en este
mundo tan lastimado por el odio, la venganza y la
muerte, de vez en cuando se puede contar una historia extraordinaria.

* Académica de la UNAM, ganadora en 2008 del
reconocimiento Rostros de la discriminación,
convocado por el Consejo Nacional contra la
Discriminación, por su trabajo "Una reseña del
encuentro de las mujeres. La Comandanta Ramona y
las Zapatistas". Creó junto con Claudia Ytuarte,
Cristina Oehmichen y Aída Hernández, el Foro
Itinerante Mujeres, Violencia e Impunidad:
Diálogos entre la academia y la sociedad civil.


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Fotografia:
http://otravancouver.resist.ca

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