Mónica Chuji Gualinga es una líder indígena Kichwa amazónica, nacida en 1973, en Sarayaku, provincia de Pastaza, Ecuador. Es comunicadora social, con formación en derechos humanos y derechos de los pueblos en el Programa de Formación Indígena de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Ginebra, Suiza, y el Instituto de Derechos Humanos Pedro Arrupe, Universidad de Deusto, Bilbao, España, 2002.
Fue asambleísta constituyente en el proceso de elaboración de la Constitución del Ecuador del 2008, y secretaria general de Comunicación del Gobierno de Rafael Correa al inicio de su mandato.
-¿Se ha producido en los últimos años un cambio del rol de las mujeres indígenas en el seno de las comunidades? ¿Han logrado abrirse espacios de dirigencia?
-Siguen asumiendo el mismo rol en la familia, en el hogar, en la vida cultural de la comunidad, pero ahora tienen aspiraciones de jugar un rol importante en el cambio de vida, de contribuir en el fortalecimiento de las organizaciones. Hay un cierto incremento de mujeres jóvenes, de nuevas compañeras que empiezan a asumir el rol organizativo pero, insisto, esto no significa que han abandonado su rol en la familia. Más posibilidades [de asumir roles de dirigencia] tienen las mujeres que no tienen hijos, que se han separado o que están solteras; a las mujeres que están con su familia, que están casadas, siempre se les dificulta y no tienen un proceso continuo de participación; pasan un tiempo en la dirigencia, como vicepresidentas en unos casos, o como dirigentas de derechos humanos o de la mujer, pero luego de ese periodo desaparecen porque nuevamente vuelven a la comunidad, a su hogar.
-¿El incorporarse a la dirigencia ha implicado avances en estas mujeres, o aún tienen roles marginales y no pueden incidir en la visión general de la dirigencia?
-La participación activa, las propuestas de las mujeres sí que inciden en las decisiones comunitarias y en decisiones organizacionales. Sin embargo, aún falta ampliar ese margen de incidencia. Si se hace una evaluación general, se ve que hay un cambio en los compañeros; muchas veces consideran y tienen más confianza en poner en la dirigencia a una mujer más que a un compañero. Dicen que una mujer presidenta en la comunidad es mucho más efectiva en cuestionar, en relacionarse con las autoridades, con la organización misma y con ciertos compañeros que a veces se tornan irresponsables. Hay mujeres a nivel regional y nacional que han estado muy activas y ellas sirven de ejemplo para las compañeras de base. Ellas intentan por todos los medios y espacios llegar a ser más visibles y estar mucho más activas en las organizaciones. Pero hay que preguntarse: ¿Cuántas de ellas tienen un nivel de incidencia? ¿Cuántas de ellas son mucho más activas? ¿Cuántas de ellas tiene un nivel para de! batir y discutir con dirigentes hombres? Yo creo que efectivamente, en las pocas mujeres cuantitativamente hablando, hay una experiencia positiva; las mujeres van abriéndose espacios paulatinamente.
-¿Y fuera de sus comunidades están logrando puestos de dirección, cómo se viene dando esto y qué retos enfrentan?
-Las mujeres que de alguna u otra forma han tenido una cierta formación o son producto de procesos de capacitación, dentro o fuera del país, buscan espacios donde reciban un pago o remuneración por su trabajo. Es un reto para nuestras organizaciones abrir nuevas iniciativas que permitan integrar a las mujeres que se han formado, a las mujeres técnicas, a las profesionales. Lo que falta en este momento es que las dirigencias, los consejos de gobierno, empiecen a atraerlas, a llamarlas y abrir nuevas áreas de trabajo, hacer alianzas estratégicas, convenios de formación con las demás ONGs para que trabajen en función de las necesidades reales de la organización [indígena]. Lo más obvio sería que la gente que pertenece a una organización [indígena], que se formó, se capacitó y tiene una experiencia, vuelva a la organización, pero el problema es que vuelven y la organización no tiene recursos, no ha establecido nuevos proyectos, nuevos programas, no ha abierto otros espacios donde! pueda ejercer. También hay una corresponsabilidad de las mujeres, en este caso, de que puedan también, con su experiencia, ir a las comunidades y apoyar con ideas y nuevas iniciativas. De eso se trata la corresponsabilidad.
-¿Por qué las mujeres que han pasado por las dirigencias, por ejemplo, por los consejos de gobierno de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE), no han logrado posicionarse públicamente?
-En el caso de la Amazonia, a diferencia de la costa y la sierra, hay muchas más mujeres que dirigen las organizaciones locales y provinciales. Sin embargo, la diferencia es que estas mujeres tienen muy poca visibilidad, y uno de los factores tiene que ver con el tema de las distancias, de dónde se genera la información y cuánta incidencia puedan tener a nivel nacional. En el caso de [la oriental provincia de] Orellana, por ejemplo, tenemos a la presidenta de la organización provincial que es una de las más activas, haciendo vocería, generando opinión, proponiendo; tenemos una compañera diputada shuar, por ejemplo, que en el último tiempo ha estado muy activa. Tiene mucho que ver el nivel de responsabilidad, y de confianza también, que les están dando en ese nivel público los dirigentes hombres. En el caso de la sierra, hay una apertura para dar vocería a las mujeres o confiarles alguna representación pública. En el caso de la Amazonia, es mucho más restringido aquello, y pue! do decirlo por experiencia propia, porque aún se cree en la Amazonia que pese a tener una experiencia, [las mujeres] aún no están preparadas para asumir una representación regional o para asumir una vocería pública. Tiene que ver mucho todavía con las resistencias de ciertas dirigencias.
-¿Cómo se visibilizan las mujeres en los espacios de participación internacional que tienen los indígenas?
-Ahí sí hay contadas mujeres que han asumido un rol a nivel internacional. Ahí todos los espacios son dominados por hombres, por expertos en diferentes temas y ciertas mujeres, pocas, han asumido un papel más visible. Son las mismas mujeres que, a nivel nacional, han tenido cierto nivel de participación, son las que trascienden a nivel internacional y por eso no se puede esperar que haya un cambio de roles o un nivel mucho más elevado de participación de las mujeres. Pero lo que sí puedo decir es que las pocas que están participando tienen un papel bastante activo y eso es positivo, un papel mucho más propositivo, más allá del típico discurso que uno va y escucha en el seno de las Naciones Unidas. Las compañeras van con propuestas nuevas y mucho más realistas, con reflexiones basadas en las realidades que ven en su país, con propuestas nacionales, con posibilidades de hacer acuerdos con redes de mujeres de otros continentes, de otros países, y esto fortalece.
-Siguiendo con el plano internacional, ¿cuáles serían las propuestas o elementos que podrían motivar la participación de la mujer en el campo dirigencial?
-El campo internacional está bastante abandonado por las organizaciones, y las mujeres que han ido a estos espacios son compañeras que asumen una cierta dirigencia a nivel nacional, pero no así las mujeres que asumen a nivel regional, y menos provincial. Lo que hace falta ahí, por ejemplo, es entrenarlas, darles información general básica de lo que se discute a nivel internacional; por ejemplo, que no estamos desligados de toda la política internacional, que lo que ocurre fuera del país tiene incidencia a nivel nacional. La problemática nacional y las propuestas hay que llevarlas al plano internacional. Esto fortalece la organización y, obviamente, le permite a la mujer tener otro tipo de experiencias, de buenas prácticas, con mujeres de otros continentes, otros países que puedan servirnos en un momento determinado a las mujeres, a nivel nacional, a nivel regional, o en la misma comunidad.
* Servicio Informativo sobre América Latina y el Caribe producido por Comunicaciones Aliadas
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